Los ácidos grasos poliinsaturados indispensables (AGPIs), ácido linoleico n-6 y ácido linolénico n-3 se obtienen a través de la dieta.
El consumo de omegas 3 y 6 está relacionado con un mejor desarrollo cerebral fetal y cognoscitivo del recién nacido, dentro de muchos de sus efectos benéficos en la salud.
El crecimiento y el desarrollo del feto dependen del aporte materno de los ácidos graso omega. Se ha reportado una asociación entre una menor ingestión de vitaminas y omegas y una mayor incidencia de bajo peso al nacer. Otros estudios han reportado una correlación entre la nutrición materna durante el tercer trimestre y el estado de salud de los recién nacidos.
Estos resultados resaltan la necesidad de un adecuado estado nutricio de ácidos grasos desde las etapas tempranas del embarazo y durante la lactancia, con la finalidad de lograr una buena transferencia de ácidos grasos al feto, por la placenta y al recién nacido a través de la leche humana. Dado que la composición de los ácidos grasos de la leche se modifica con la dieta materna, se han observado incrementos de ADH en la leche de madres suplementadas, con este omega parece ser importante para el desarrollo mental de los niños. Se ha mostrado que los hijos de madres suplementadas con aceite de pescado (rico en ADH) durante el embarazo y la lactancia tienen mejores resultados en diferentes pruebas cognoscitivas.
Los Omegas 3 y 6 son básicos para el desarrollo cerebral fetal y cognoscitivo del recién nacido ya que los fosfolípidos que integran las membranas celulares del sistema nervioso contienen grandes cantidades de este tipo de ácidos grasos. El ADH y otros omegas son los principales componentes del cerebro, ya que se encuentran en más del 30% de los ácidos grasos que forman los fosfolípidos de las membranas.
Los bastones de la retina tienen más del 50% de los ácidos grasos de la familia Omega3, principalmente ADH. Las membranas de estas células contienen pigmentos fotosensibles que absorben la luz e inician la excitación visual, esto genera señales eléctricas que son transmitidas a la corteza occipital en milisegundos. Estos cambios rápidos requieren la presencia de ADH, ya que se han observado cambios en la función de la retina en ratas alimentadas con una dieta deficiente en ácidos grasos Omegas 3, presentando una disminución en las señales eléctricas generadas por la luz.
La leche materna es la fuente principal de estos ácidos grasos para el recién nacido ya que ésta aportan Omegas 3 y 6. La acumulación en el feto tiene lugar principalmente durante el último trimestre de embarazo. Esto hace que el recién nacido pretérmino tenga una vulnerabilidad especial para tener deficiencia de este tipo de ácidos grasos, dada la falta de reservas de tejido adiposo al nacer y de la inmadurez metabólica.

 

 

Los neonatos prematuros alimentados con una fórmula láctea suplementada con ácidos grasos de cadena larga Omega 3 y 6 tienen una mejor función visual y cognoscitiva que los alimentados con la misma fórmula láctea sin suplemento. Por otro lado, los estudios con niños nacidos a término indican que los niveles de ADH en la corteza cerebral son más altos cuando son amamantados, en comparación con los alimentados con fórmula láctea.
Esta diferencia se debe a que la leche humana contiene ADH. Algunos reportes sugieren que los grupos de infantes alimentados al seno materno tienen mejores resultados en pruebas psicométricas que los infantes que son alimentados con fórmula láctea.